22 de abril de 2012

El duende entró a la casa

Estas tardes de otoño el sol cambia su amor por nuestras tierras, ya no es el amigo que se deslizaba con desgano rasgando el cielo de un horizonte que nunca conoceré, ahora está apurado por seducir destinos lejanos y nos deja una noche presurosa de depresión dominguera. La ventana estuvo abierta todo el día porque disfruto los aromas que el viento arrastra desde el patio. Cipreses, molles y cedros son generosos con las fragancias que perfuman la casa pero; ya de noche; no escucho al duende improvisando melodías con el silencio nocturno ni acuñando sonidos con las hojas coloridas del atardecer, quizás por el frío prefirió acompañar mi merienda tardía. Hoy el duende entró a la casa.

21 de abril de 2012

Biografía de un sábado en Villa María

Sin otra urgencia que mi ansiedad terminé de vestirme para el  paseo de los sábados por la noche. Antes de salir escuché solícito las recomendaciones de mi madre y como el viejo trabajaba de noche, su complicidad, consentimiento y algún billete que dejaba escondido en nuestro lugar secreto ya estaban conmigo.

La distancia que me separaba del destino propuesto no era dificil de caminar, conocía cada ventana y las formas que los grandes árboles proyectaban en las veredas apenas iluminadas por las lámparas amarillentas de las esquinas. Después de cruzar las vías que mutilaban la simetría del damero urbano, escuché más claramente que las bocinas de la propaladora local reproducían "El extraño de pelo largo". Me detuve un momento tratando de memorizar aquella canción nueva y me percaté que el cartel de la calle Entre Ríos; en la cornisa de la casa de esa esquina; había cambiado la publicidad de "Ginebra Llave cada día una copita" por una renovada en color rojo de los nuevos cigarrillos Jockey Club con filtro. Sentí por primera vez que lo cotidiano no era para siempre, quizás hasta me hubiera peinado diferente aquella noche.

Las esquinas principales sobre la Avenida Alem/Irigoyen se iluminaban a pleno las noches de sábado, Casa Cabezón y Camiserías Rigar's en la intersección con calle Corrientes. Tienda Los Vascos y Casa Baravalle en la encrucijada con calle Buenos Aires. En esta última esquina, esas noches de mayor concurrencia eran propicias para un vendedor de artesanías en papel maché: sombreros, jarrones y estatuas se alineaban a la luz de las vidrieras. Según recuerdo tenían su cuota de arte e inspiración. A veces el orfebre mantenía coloridas charlas con los transeúntes relatando anécdotas de la guerra describiendo detalladamente aviones y navíos. Otras veces narraba historias de los habitantes del centro de la tierra cuya entrada él había encontrado detrás del Club San Lorenzo del barrio Las Playas.

La gente disfrutaba de mirar vidrieras caminando hasta el cansancio este periplo, "los pudientes" lo recorrían en sus autos o se sentaban en las tradicionales confiterías céntricas a "sacarle el cuero" a los paseantes desde su cómoda ubicación en el Copetín al Paso, La Madrileña o el Bar Americano. La candidez de nuestra juventud no distinguía las diferencias y pasábamos una y otra vez por la misma esquina que a cada vuelta nos parecía diferente solo por cruzarnos con otros rostros.

Otros elegían la oferta de los cines que en aquel tiempo no eran pocos y se concentraban a poca distancia uno de otros. En una misma cuadra de la calle San Martín estaban los cines Premier y Rex, una poco más adelante la calle cambiaba su nombre por General Paz y estaba el cine Monumental. Sobre calle Corrientes el cine Opera y frente al hermoso Hotel Palace el cine Broadway. Del otro lado de las vías, casi frente a la salida de un túnel que pasaba debajo de la estación de trenes estaba el cine Alhambra, una bella sala con decoración morisca, una obra de arte muy depreciada en aquellos tiempos en la estima de los habitantes. Allí disfruté de las aventuras de Dick Tracy, el Mago Fu Manchú, El llanero solitario y otras, todas en formato de series continuadas. Quizás podría pensarse que la oferta de salas era demasiada, pero no fue así. Varios cines ofrecían durante los fines de semana funciones: "Matiné" a las 14:00 hs., "Familiar" a las 17:00 hs y "Noche" a las 21:00 hs. A todas se asistía de rigurosa vestimenta formal.

Sin lugar a ninguna duda esta imagen que mantengo de mediados de los años '60 habrá cambiado como nuestro modo de vida y nosotros mismos. Las ciudades y las personas evolucionamos de manera diferente, las primeras crecen, se embellecen y cada día se vuelven más activas y pujantes. Las personas hacemos el camino opuesto y nos aferramos a los recuerdos que quisiéramos volver a vivir.

7 de abril de 2012

Han pasado dos noches desde su última presencia. Supuse que su estadía había sido una escala reparadora apreciando las explosiones de color de este otoño pero, estas últimas mañanas, con el sol alumbrando ocioso desde el cardinal lejano volví a escucharlo. Un trémulo sonido opuesto a la alborada acarició mis sentidos. Una calandria ensayaba sus "píos" desde los cipreses que demarcan el patio, voló desde el follaje hasta las ramas secas y recién entonces, cuando pude verla, desgranó su concierto matinal. El duende sigue en mi patio.

3 de abril de 2012


Quiere quedarse aquí. Aunque durante el día no se deja ver, en los atardeceres se muestra. Sabe que con la luz del sol no puedo verlo, se vuelve transparente como mis pensamientos. Cuando lo busco no aparece, cuando no lo espero me busca. Ensaya sonidos con las hojas marchitas del otoño y finalmente desgrana notas con su violín vegetal hasta que logra que le mire a los ojos. Se asienta en mi ventana esperando que mis palabras le inspiren nuevas melodías.

2 de abril de 2012

A 30 años de una locura

1- El recuerdo de las humillaciones vividas durante el servicio militar aún estaba fresco, por eso simplemente me compadecía de aquellos adolescentes forzados a matar o morir quizás antes de haber conocido a su primera novia. Debieron pasar 30 años para que muchos comprendieran que aquella absurda guerra solo nos dejaría dolores imborrables.

2- El duende no me llama desde el patio. Lo veo entre las ramas pero esta noche no utiliza su magia, solo me mira. Quizás él también sabe que solo podría hablarle de vidas inconclusas. Enfunda su violín y se llama a reposo con un gesto resignado que solo yo comprendo.

1 de abril de 2012

Hay un duende en el patio


En otoño se pone nostálgico, me llama desde el patio para que le hable de la luna. Ensaya sonidos con las flores dormidas hasta que, cansado de la espera, entona su violín sacando melodías de mi alma.