2 de marzo de 2018

Los desafíos de mi esposa

El reloj casi marcaba la hora 09:00. Apenas habíamos comenzado la ronda de mate de la mañana con mi esposa, tostadas de pan de ayer y un poco de mermelada casera que preparé hace unos días con todas las frutas que encontré en la heladera.
En la radio comentaban el fin de la temporada de turismo en Córdoba a lo que mi compañera agregó: "Nosotros podemos disfrutar todo el año en el ranchito, dale viejo vamos hoy que hay poco tránsito, comemos algo en el camino y nos volvemos a la tardecita".
Así fue que partimos haciendo una parada en Los Reartes para almorzar. Poco después, ya en el destino profundo, no pudimos evitar una caminata disfrutando de tanta naturaleza comenzando a mostrar los colores del otoño. El sol iba cayendo a nuestras espaldas y estábamos cansados cuando llegamos al refugio. Protectora como siempre 'la morocha' me dijo: "No vas a manejar de noche viejito, nos quedamos. Voy hasta la casa de Modesta y traigo algo para que cocines".
Volvió con una cebolla, un tomate, pan casero y seis huevos de campo y sentenció: "Tenés que preparar algo con esto!". Lo tomé como un agradecimiento, tenía unas leñas encendidas pero elegí la cocina, una sartén y la posibilidad de pasar otra noche en aquella serenidad absoluta.
Ahora ella duerme mientras escribo, ambos estamos satisfechos y nos espera un desayuno con pan casero. La Duster un poco dolorida por el camino también se repone para volver. La GV estaría esperando más camino.

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