Busqué esa luna desde la ventana del altillo de la casa en Humberto 1°. No la encontré desde la perspectiva de la Plaza Colón ni desde el costado del Cementerio. Bajé hasta el río. Subí hasta el alto de Colón y Pedro Zanni. Quizás olvidé recorrer la calle Chubut.
Nunca pude verla más que soberana y libre. Entonces dejé de buscarla.
Después, poco después, cuando tomó mi mano y la llevó hacia su pecho, quizás en la primera caricia que sus pequeños senos recibían, me susurró -No soy la dueña de tu alma, no soy tu luna cautiva. Busquemos una luna en libertad.
Nunca pude verla más que soberana y libre. Entonces dejé de buscarla.
Después, poco después, cuando tomó mi mano y la llevó hacia su pecho, quizás en la primera caricia que sus pequeños senos recibían, me susurró -No soy la dueña de tu alma, no soy tu luna cautiva. Busquemos una luna en libertad.