Nostalgias, sólo se trata de nostalgias.
El tiempo pasado no fue mejor sino que nos resultó más facil vivirlo. Eramos jóvenes. Nuestras expectativas estaban puestas en objetivos románticos y teníamos una percepción abstracta de la bohemia.
El escalón a la Universidad era una realidad vigente y nos abría las puertas a un universo de nuevos amigos con tonadas diferentes. Todas las provincias tenían presencia en las noches de Cascote, en Colón al 2000. Los sábados impulsaron algún nuevo folclorista desde Tonos y Toneles, y tantas otras noches; sin dinero para el vino de las peñas; entonamos vidalas, cuecas y sambas sentados en el piso de alguna pensión del barrio Clínicas.
Es cierto que ya no estaban los tranvías para trasladarnos después de trasnochar en los "asaltos" de Maipú 250. Pero si hubieran perdurado no habrían aliviado las largas caminatas nocturnas, como tampoco lo hacían los modernos colectivos del transporte urbano. Pero, en defensa de lo dicho antes, esto aumentaba la posibilidad de acompañar el regreso de algunas señoritas hasta su casa.
Valientes, estoicos y desinteresados caballeros de armadura negra montados en córceles blancos, escoltando doncellas con vestidos etéreos que aromaban nuestro entorno con delicados perfumes, ansiados y desconocidos para nuestra juventud.
Cada paso desandado, casi todos en silencio, alejaban la posibilidad del diálogo que prometiera un nuevo encuentro. La esperanza del agradecimiento con un beso en la mejilla al llegar a destino mantenía la voluntad de la marcha.
Después, con el vacío de la tibieza negada, retomábamos el camino de regreso. No importaba cuánto faltaba para llegar, no había frustración. Ahora teníamos una nueva calle para caminar tratando de cruzarnos casualmente con aquellas criaturas idealizadas hasta la obsesión y una buena razón para abrazar la almohada tratando de soñar con sus delicadas presencias.