Tenían las manos ásperas por tanto recibir aquel polvillo blanco que se desprendía de cada letra que nos regalaban. Desde viejas maderas pintadas de negro me acercaron a historias que de otro modo nunca hubiera conocido ni relatado, quizás ésta apología. En esos años las tenía como "segundas madres" y como tal las respetaba, pero su verdadero esfuerzo no pude valorarlo sino muchos años después, tal vez ahora, habiendo recorrido su mismo camino y reconociendo que sin ellas todo esto no hubiera podido ser.
Así, brevemente, expreso mi admiración y respeto a mis "señoritas maestras".
Feliz día del Maestro!
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