Cae la tarde y se diluyen los sonidos diurnos, el rumor del río en su
vertiginoso andar entre las piedras se manifiesta rompiendo el silencio
diario que las aves y habitantes de los montes le ocultan, está pronta
la noche. Mi última caminata me devuelve casi exhausto al ranchito
consciente del frío que la noche de primavera temprana nos cubrirá.
Llevo algunos leños bajo el brazo, deseo el calor de mi compañera y por
fin veo la luz de aquel hogar entre las montañas con promesas de calor y
caricias.
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