El sol se retira en silencio y deja en penumbras los esplendores que nos permitió ver durante su apogeo. El atardecer lánguido de este otoño temprano nos lleva a buscar el refugio de la casita escondida entre profundas quebradas. Es nuestro lugar porque lo elegimos y nos contiene. Las caminatas buscando ocultas vertientes nos devuelve exhaustos al refugio, es el momento que nos permite encontrarnos entre nosotros como pareja y familia. El fuego que calienta nuestras cansadas articulaciones nos permite meditar. Mi compañera se sienta, busca figuras en el fuego y, en actitud furtiva, la miro tratando de interpertar su pensamiento, nunca lo logro. Luego llegará un bocado caliente y la promesa de caricias durante la noche serrana.