Debo a la conjunción de un mediodía con neblina caminando el Coniferal con rumbo al Comedor Universitario mi pasión por la lluvia.
Comencé el relato de este modo porque no puedo olvidar el inicio de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius.
Era demasiado joven y vulnerable a la bohemia de fines de los '60. En aquel tiempo no dudaba en alternar poesía con esoterismo. Los estantes aún permanecen llenos de verdades y mentiras, y en rigor de verdad algunos libros quizás no los he leído y la intención inicial se ha dispersado.
Decía que cada mediodía de aquel tiempo universitario caminaba en la búsqueda de un almuerzo barato con algún compañero de departamento hacia la Ciudad Universitaria. Y lo lograba. Luego desandaba el largo trecho con la satisfacción de una comida caliente para dedicar la tarde al estudio y la preparación para el trabajo nocturno en ENTel.
La bruma y la llovizna sobre aquellos árboles no pude olvidarla tan facilmente como a algunos libros, me persigue y obliga a caminar cuando llueve. Amo la lluvia mansa y la neblina que me obliga a adivinar siluetas entre los árboles conocidos, quizás deseo ser parte de esa humedad que acaricia los bosques.