Con ambas manos trato de despejar la niebla que la memoria me oculta de los primeros años '70. Eran tiempos de bohemia y el arte era mi obsesión. Después de varias caminatas deseando helados de Heladería Sopelsa descubrí el Museo Genaro Perez. Me sorprendió su estilo y su arquitectura apretada entre edificios, no dudé en entrar y recorrí sus escaleras crujientes buscando arte que coincidiera con mi búsqueda. No recuerdo si lo encontré. Desandando escalones con zapatos con plataforma volví a la primera calle de la Av. Gral. Paz. Atardecía y el almuerzo en el Comedor Universitario ya no daba saciedad. Casi un paso a la derecha estaba la Pizzería Roma, los vidrios templados no contenían el aroma de sus hornos. Su oferta era estrecha y con un entrepiso que contenía pocas mesas. Hurgué mis bolsillos buscando las últimas monedas y me decidí a una porción de muzarella a costa de volver caminando al altillo cerca del San Jerónimo. Con una servilleta desde la vereda disfruté su sabor contemplando los libros que Librería Morena ofrecía y no podría comprar.