
En la radio comentaban el fin de la temporada de turismo en Córdoba a lo que mi compañera agregó: "Nosotros podemos disfrutar todo el año en el ranchito, dale viejo vamos hoy que hay poco tránsito, comemos algo en el camino y nos volvemos a la tardecita".
Así fue que partimos haciendo una parada en Los Reartes para almorzar. Poco después, ya en el destino profundo, no pudimos evitar una caminata disfrutando de tanta naturaleza comenzando a mostrar los colores del otoño. El sol iba cayendo a nuestras espaldas y estábamos cansados cuando llegamos al refugio. Protectora como siempre 'la morocha' me dijo: "No vas a manejar de noche viejito, nos quedamos. Voy hasta la casa de Modesta y traigo algo para que cocines".
Volvió con una cebolla, un tomate, pan casero y seis huevos de campo y sentenció: "Tenés que preparar algo con esto!". Lo tomé como un agradecimiento, tenía unas leñas encendidas pero elegí la cocina, una sartén y la posibilidad de pasar otra noche en aquella serenidad absoluta.
Ahora ella duerme mientras escribo, ambos estamos satisfechos y nos espera un desayuno con pan casero. La Duster un poco dolorida por el camino también se repone para volver. La GV estaría esperando más camino.