La pata de cerdo ya está asándose con el fuego justo para dejarle el centro levemente crudo. Cuando la retire, el calor adquirido desde afuera terminará el trabajo y el perfumado fuego del ron le dará el toque final.
Ahora sólo faltan los aderezos para exaltar sus delicados sabores. La memoria me remite a pequeñas cazuelas rebozando fragancias y colores que prometen un placer epicúreo. Mi imaginación y paladar se conjugan y comienzan a crear.
Un poco de aceite de oliva, cilandro, ajo y cáscara de limón rallada darán el "touch" verde a la mesa. Queso crema con páprika, crema fresca y pimienta negra será la elección de los amantes de los sabores sutiles y perfumados. Carnosos morrones asados y pelados, sin otro condimento que su propio sabor, darán a cada bocado una sensación de abundancia. La crema de berenjenas asadas, salpicadas de ajo pimienta negra y diluídas en aceite de oliva, recordarán sabores del oriente. Pequeños panes saborizados con hierbas albergarán las combinaciones de carnes y salsas.
Los aspectos "gourmet" parecían haber sido contemplados en su totalidad hasta que mi hija me preguntó:
-¿no vas a hacer esa salsita que les gusta a todos?
-¿ésa que nunca sobra?
El requerimiento sonó como un misil en mis oidos, se refería a mi famosa salsa criolla fresca. No quería delatarme diciendo que ya estaba cansado y que la "salsita" requería mucho trabajo. La única excusa que surgió de la neurona fue que no tenía los ingredientes necesarios que debería haber comprado el día anterior y que ya era muy tarde para buscarlos ahora. En ese momento mi esposa terció en la conversación y colaborando con mi cansancio sentenció:
- Tranquilo viejo, ya compré todo.
Resignado a esta realidad de futuras horas de "cortar finito" los ingredientes secretos, busqué "el cuchillo grande", la chaira, "la tabla que no está doblada" y comencé a producir.
Con intenciones de venganza puse en el equipo de música una selección interminable de temas de Sergio Mendez y Brasil '66. Ni siquiera pude tomar revancha con la Bossa Nova. Al ritmo del cuchillo sobre la madera, "mis chicas" sacudían sus caderas e intentaban hacer "el trencito" conmigo mientras mi hija alentaba con:
- dale pá, ponele onda!.
Y mi esposa decía dulcemente:
-mové el culo viejo!.
Como todas las cosas que tienen un final, el esfuerzo se vió concretado en un envase de helados de 5 kilos, ya vacío, repleto del natural, sabroso y codiciado complemento de carnes.
En este punto te estarás preguntando para que habrán sido estos preparativos culinarios. Mañana es mi cumpleaños, y como siempre quiero darle a cada uno de mis afectos lo que más les gusta. Si te agrada el menú: te espero.
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