La siembra de fines del invierno fue consumida, se renueva la huerta que
ya comienza a mostrar su producción. Tomates, pimientos, cherries,
pepinos, berenjenas, albahaca, ajies de la mala palabra y un tomatero
espontáneo quizás consecuencia de algún asado en el patio. En los
espacios vacíos de los cajones: lechuga criolla, crespa y escarola
germinando con el cuarto creciente, futuras ensaladas de mediodía de
verano. Las veo crecer cada día esperando sus sabores pero recapacito, e
inquiero, por qué cultivo la pequeña huerta? No encuentro respuesta en
los argumentos racionales sino en los atávicos: mi padre tenía una
huerta y mis primeros contactos con la tierra fueron a su lado, él con
la pala de punta y mis manos separando terrones, quizás hubo vivido lo
mismo en su infancia, y también el abuelo que no conocí pero que fue
formado por aquellos tozudos inmigrantes alpinos. Hoy, antes de estas
fotos, le mostré a mi hija la belleza de la floración del pequeño
esfuerzo de la cultura de la tierra y tibiamente demostró su asombro,
creo que he sembrado otra semilla que esperará algunas lunas para
mostrar sus brotes.