Es sábado, día de sacudir la tiranía de despertador y horarios. Son escasas las mañanas de tomar mate sin apresuramientos y prepararlo cuando se fue la noche. El ritual incluye un primer sorbo que le llevo a mi esposa aún en el lecho y se prolonga en la mesa con conversaciones domésticas. Luego llega el tiempo de cada uno y esta libertad me lleva al patio con el imprescindible sombrero que me protege del sol. Reviso la huerta, retiro las malezas y acomodo según he aprendido. Desde la casa se perciben rumores de puertas. La niña tiene otros tiempos y el mío es acotado, solo para apreciar la belleza y cocinar sus bocados preferidos.
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