Debo a mis frecuentes caminatas por el barrio natal la necesidad de escarbar recuerdos. Sin obsesión pero con ansiedad vuelvo a mirar los naranjos sobrevivientes, algunas viejas casas en las cuales ya no recuerdo quienes moraban y otras con nombres y rostros aún frescos en mi memoria.
No quedan baldíos ni los viejos comercios a excepción de unos pocos que echaron raíces debajo de los adoquines y rieles hoy ocultos por el progreso.
Los hornos de la panadería El Condor lindaban la parte trasera de mi casa y

Estanterías de madera se elevan hasta el cielo raso y resguardan botellas empolva

Camino hasta la esquina de Tablada y Pedro Zanni reflexionando con nostalgia. Mientras desando antiguas pisadas especulo sobre estas invocaciones e imagino los días pasados como un tiempo que no se repetirá, que no debe repetirse, que es más valioso recordarlos que volver a vivirlos.