El sábado me trae la tregua de escuchar el despertador a las 05:30 hs.
Me permite una lánguida pereza de almohada y sábanas arrugadas después
de la noche, quizás alguna caricia. Luego el ritual de mate amargo y
radio con mi compañera, en cada sorbo recuerdo sus labios que antes
estuvieron allí. Al tiempo de consumir el agua de la segunda pava y con
la infusión en decadencia de sabor planeamos el almuerzo con la habitual
pregunta: "Nos harías algo rico?" Y la habitual respuesta: "Sí querida"
El "freezer" siempre está bien provisto, es cuestión de elegir con que
plato satisfacer a mis chicas. Hoy elegí paella de mariscos.
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