Pasó bastante tiempo hasta que pude volver a cobijar mi tiempo libre en este lugar. Cuestiones domésticas, "el ranchito", y una mala decisión para solucionar una mancha de humedad me confinaron a estar en la casa, allí prospera la actividad de mi familia con su impronta diaria y el natural devenir de la vida en el hogar. No hay lugar para melancolía ni musas, se disfruta con algarabía cada momento y cada sabor.
Ahora es momento de encerrarme entre estas paredes. Al frente de mi sillón la ventana está poblada de verde añejo, pájaros y a veces una vista de la luna llena. En un rincón el teclado que permite que cada letra se transforme en palabras, detrás de mí un mueble con mis herramientas, antiguas pero útiles, a mi derecha una mesa que oficiará de banco de trabajo y atelier con un atril que hoy construí a partir de sobras de madera.
Todo está preparado, solo falta inspiración.
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