No es frecuente encontrarnos con viejas construcciones en el campo. Los llanos y faldeos serranos han sido motivo de deforestación y pérdida de historias humanas en función del mercantilismo y la inmediatez, las máquinas borran todo vestigio de flora, fauna y recuerdos. Cada pedazo de vida y esfuerzo desconocido queda sepultado en tierra fértil y montañas de escombros. Por eso es que los nostalgiosos disfrutamos al encontrar un rancho.
Una construcción abandonada nos remite a sus tiempos de esplendor, nos invade la necesidad de conocer su historia, nos invita a imaginar los momentos cuando rebozaba de vida y sueños. Revisar su entorno nos permite imaginar una ilusión que desconocemos, nos fascinan los fantasmas que se escabullen entre el adobe y la vegetación cercana, sentimos que cuidan el lugar y nos relatan la razón de cada estaca y árbol plantado. Por un momento nos mimetizamos con ese pasado ansioso de prosperidad y vemos niños corriendo, personas dando cultura al suelo sediento de semillas y manos trabajadores. Luego algo nos devuelve a la realidad y solo vemos una tapera que, tal vez, en nuestra próxima visita ya no exista. Nos vamos con una foto para plasmarla en acuarela.
Una construcción abandonada nos remite a sus tiempos de esplendor, nos invade la necesidad de conocer su historia, nos invita a imaginar los momentos cuando rebozaba de vida y sueños. Revisar su entorno nos permite imaginar una ilusión que desconocemos, nos fascinan los fantasmas que se escabullen entre el adobe y la vegetación cercana, sentimos que cuidan el lugar y nos relatan la razón de cada estaca y árbol plantado. Por un momento nos mimetizamos con ese pasado ansioso de prosperidad y vemos niños corriendo, personas dando cultura al suelo sediento de semillas y manos trabajadores. Luego algo nos devuelve a la realidad y solo vemos una tapera que, tal vez, en nuestra próxima visita ya no exista. Nos vamos con una foto para plasmarla en acuarela.
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