7 de abril de 2012

Han pasado dos noches desde su última presencia. Supuse que su estadía había sido una escala reparadora apreciando las explosiones de color de este otoño pero, estas últimas mañanas, con el sol alumbrando ocioso desde el cardinal lejano volví a escucharlo. Un trémulo sonido opuesto a la alborada acarició mis sentidos. Una calandria ensayaba sus "píos" desde los cipreses que demarcan el patio, voló desde el follaje hasta las ramas secas y recién entonces, cuando pude verla, desgranó su concierto matinal. El duende sigue en mi patio.

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